Las guerras que se libran en África, olvidadas por el mundo
Diego Muñoz | Corresponsal en España
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La guerra del Congo no terminó para Gnon Ganuko cuando llegó al aeropuerto de Barajas en Madrid junto a lo que quedaba de su familia: su hermana, una hija y una nieta.
Era marzo de 2003 y el acuerdo de paz entre Uganda y Ruanda que iba a cumplir un año, había permitido detener por un instante las matanzas entre tribus en los dos países, y en la República Democrática del Congo, Zimbabwe, Angola y Namibia, todas involucradas en el conflicto.
Sin embargo, no siempre la firma de la paz es el final de la guerra. Desde entonces, el conflicto del Congo siguió en un estado que los expertos llaman de “baja intensidad”, es decir, una guerra con muertos, heridos y desplazados, pero con menos impacto en los medios de comunicación.
“Es como si los medios consideraran que ya pasó lo peor, que ya no hay grandes combates y que la guerra ha perdido su interés, aunque dure años y años, y mueran miles de personas en este tiempo escondido entre las noticias” dice el periodista español José Luis Torremocha.
En muchos países de África ocurre esto: las guerras han dejado de ser noticia de primera página, han pasado a un segundo plano, o porque hay otras guerras con más muertos o porque se alargan demasiado y ya “no hay mucho que contar” sobre ellas.
Pero las razones que le dieron vida siguen cobrando víctimas.
En 2007, Ganuko, que lleva marcadas en los brazos las señales de la contienda, tuvo que viajar de nuevo a la región de Kisangani a recoger el cuerpo de su nieto de 12 años, uno de los miles de niños soldados muertos en la llamada Guerra del Coltán (un metal usado en la fabricación de celulares y tecnologías).
La relación entre diamantes o minerales y guerras africanas es innegable.
Para Ark Doyle, experto en asuntos internacionales de la BBC, no es coincidencia que tres de las guerras más sangrientas de África: Angola, Sierra Leona y Congo, hayan tenido lugar en países productores de diamantes.
“Bueno- agrega- esto mismo fue reconocido en el 2000 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se aprobó entonces una resolución que reconocía que los diamantes en zonas de conflicto son un factor de importancia crucial en la prolongación de las brutales guerras de algunas partes de África”.
Hoy el afán de riqueza sigue siendo uno de los motivos de la guerra, pero hay otros como las ambiciones de poder, al que se suman el odio ancestral entre tribus y las diferencias religiosas.
“El continente africano –dice Nkomo Baro, de la ONG Apoyo a África- produce el 66% de los diamantes del mundo, sobre todo Botswana y R.D. del Congo, además de Sudáfrica, Angola y Namibia”.
Pero sólo el 10% del beneficio queda en manos africanas y en manos de hombres y gobiernos que llevan años enfrascados en guerras tribales, agrega Baro.
“Diamantes a cambio de armas para matar la esperanza de cada pueblo, porque los que mueren son los niños, o quedan contaminados o como combatientes o desplazados. Por eso al mundo desarrollado le interesa que haya guerra en África, porque dividen y aprovechan esto para adquirir diamantes a cambio de fusiles”, sostiene Baro.
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“La ONU cree que hay 17 millones de africanos subsaharianos dispersos por otros continentes”, dice Mauricio Valiente, de la Comisión de Refugiados CEAR.
“Vienen de guerras, de hambrunas, de catástrofes como la escasez de agua y alimentos. Igual los refugiados. Yo acabo de regresar de Mali, pero he trabajado en Costa de Marfil y Congo y de los 4500 refugiados que llegaron en 2008, con excepción de Colombia, la mayoría vino de países en conflictos de África”, asevera.
Guerra de Angola
La de Angola, que parece haber terminado aunque perviva el conflicto en la norteña región de Cabinda, fue una de las grandes guerras olvidadas que comenzó una vez el país se independizó de Portugal en 1975.
Tres décadas de luchas, entre fracciones respaldas por la Unión Soviética y Cuba (Movimiento Popular por la Liberación de Angola, Mpla) y Estados Unidos (Frente Nacional de Liberación de Angola y Unita), desangraron el país dejando un millón de muertos, cuatro millones de desplazados y el país sumido en una intensa hambruna y miseria.
La muerte del jefe de la guerrilla Jonás Savimbi en 2002, principal opositor del Gobierno de Luanda, propició el diálogo y el tratado de paz que se firmó en 2002.
El odio milenario entre hutus y tutsis ha sido la chispa que ha encendido la guerra en varios países, entre ellos Burundi y Ruanda. En Burundi el conflicto ha dejado más de 350 mil muertos, desde que el país se independizó de Bélgica en 1962.
Los hutus, esclavos y campesinos, con el 85% de la población, han estado por décadas sometidos por los tutsis que invadieron el país en el Siglo XV y se han hecho con el control del Estado, la economía y el Ejército.
En 1993, tras la primeras elecciones, el hutu Melchor Ndadaye se impuso con una amplia mayoría, pero su mandato no alcanzó a durar los cuatro meses al ser asesinado. El magnicidio sacó a la luz el conflicto encubierto de años y puso sobre el tapete una de las guerras más crueles y sanguinarias que jamás se hayan visto.
“Estas guerras son las que los periodistas y los medios prefieren olvidar –dice el reportero de guerra español Sergio Sastre, que estuvo en Ruanda- guerras, como todas, con la mayor crueldad y el mayor desapego por el respeto a la vida. Todas las guerras son inhumanas, pero nunca he visto lo que he visto en África, nunca ví tanto odio, tanta crueldad, nunca pensé que el ser humano podría ser tan malo”.
El costo económico de los conflictos armados en África entre 1990 y el 2005 ha sido de US$300.000 millones.
Uganda
La de Uganda, olvidada desde Didí Amín, que según testigos comía carne humana, lleva más de 20 años.
Dejó de ser un referente de los diarios hace ya bastante. Pero allí se siguieron matando por el control político del Estado.
Es el país con más alto número de niños soldados, unos 20.000 de los cuales Unicef ha logrado desmovilizar a cientos de ellos.
Conflictos y religiones
Si el petróleo, el oro, las esmeraldas y el coltán son motivos de otras guerras africanas, en Costa de Marfil, el cacao y las creencias religiosas son generadoras del odio entre el norte, de mayoría musulmana y productivo, y el sur, pobre y olvidado.
Tal diferencia, más una profunda crisis económica producida por la caída de los precios del cacao, fueron el caldo de cultivo de una guerra que se prolonga hasta hoy.
Desde su independencia de Francia en 1960, la lucha por el control del país ha causado más de 100 mil muertos y un millón de desplazados.
En el 2007 se celebraron elecciones que permitieron la participación de varios partidos políticos.
En Nigeria, por su parte, antigua colonia inglesa y el país más poblado de África, las disputas étnicas han dado paso a la guerra religiosa. Enfrentamientos entre musulmanes y cristianos han dejado un saldo de más de 40 mil muertos.
Odio en Somalia
Con el negocio de las armas, uno de los más grandes del mundo, se ha asegurado que cada vez que se pueda, estalle el grito de guerra, sin poder organizar el país ni poder salir adelante.
Somalia es al caso más reciente de estado fallido. Desde 2006 los enfrentamientos entre diversos clanes que buscan el control de las regiones ricas en minerales, han dejado por lo menos 60.000 muertos y más de un millón de desplazados.
Su territorio está hoy dividido en poderes locales no reconocidos, pero fuertes, que con el fruto de los secuestros de barcos por ejemplo, compran armas mas letales y destructivas para mantener el control de las poblaciones.
Esta antigua colonia británica e italiana lleva quince años enfrascada en una guerra fraticida donde los clanes han querido imponer sus propias leyes con ejércitos propios a los que les da vida la venta de las riquezas naturales a las grandes potencias.
Datos
en la construcción de móviles, consolas y aparatos de nuevas tecnologías, que reemplazó a la “guerra de los diamantes” que a su vez reemplazó la del oro.
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